" El Misterio de las Mohanas"
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado San Marcos, un lugar rodeado de ríos y quebradas, donde las leyendas y los misterios cobraban vida. Los ancianos del pueblo contaban historias sobre las Mohanas, unas princesas zenúes que emergían de las aguas en visiones extrañas. Estas criaturas fascinantes aparecían a orillas de los estancos, arroyos y ríos, y algunas veces llamaban a los hombres para tener una sola noche de amor.
Una de las historias más intrigantes relataba la existencia de una Mohana de extraordinaria belleza. Según la leyenda, a la hora del medio día, esta Mohana de senos hermosos se encontraba peinando su larga y verdosa cabellera bajo la sombra de unos caimanes en la poza encantada de Litika, a las afueras del pueblo. Las mujeres que iban a lavar la ropa o aquellos valientes que se aventuraban a bañarse en ese lugar, aseguraban haberla visto.
La noticia de esta misteriosa Mohana se extendió por la región, y pronto los habitantes de los pueblos vecinos empezaron a escuchar las historias. Algunos curiosos decidieron explorar el arroyo de Corozal, una zona cercana conocida por sus leyendas y su belleza natural. Allí, también se decía que las Mohanas hacían apariciones esporádicas.
Una niña llamada Laura, llena de valentía y una gran curiosidad, se sintió atraída por estas historias. Laura era una pequeña intrépida, siempre buscando aventuras y emociones. Su cabello negro como la noche y sus ojos chispeantes le daban un aire de determinación. Decidió que debía descubrir por sí misma si estas historias eran ciertas.
Un día, mientras el sol estaba en su punto más alto, Laura se adentró en el arroyo de Corozal. Sus pasos resonaban en el silencio del bosque mientras caminaba hacia la poza encantada donde se decía que las Mohanas aparecían. El entorno era mágico, con árboles centenarios y una brisa suave que acariciaba su rostro.
Cuando llegó a la poza, Laura quedó asombrada por su belleza. Las aguas cristalinas reflejaban el resplandor del sol, y parecía que todo el lugar estaba impregnado de una energía especial. Mientras observaba la poza, de repente, notó un movimiento en el agua. Una figura emergió lentamente, con una cabellera larga y verdosa que brillaba bajo los rayos del sol.
Era la Mohana de los cabellos hermosos. Sus ojos azules como el cielo y su piel pálida contrastaban con su cabello verde. Laura se quedó sin palabras, maravillada por su presencia. La Mohana la miró con ternura y le habló con una voz suave y melodiosa.
"Pequeña intrépida, ¿qué te trae a este lugar encantado?", preguntó la Mohana.
Laura, superando su sorpresa, respondió con valentía: "He venido a conocer la verdad detrás de las
leyendas. Quiero saber quiénes son las Mohanas y por qué fascinan tanto a la gente".
La Mohana sonrió y asintió con la cabeza. "Eres valiente y curiosa, niña. Te contaré nuestra historia", dijo con su voz susurrante.
Laura se sentó junto a la poza y la Mohana comenzó a relatar los secretos de las Mohanas. Explicó que eran seres mágicos que habitaban los ríos y quebradas desde tiempos ancestrales. Eran guardianas de la naturaleza y su belleza y encanto emanaban de su conexión con el mundo acuático.
Sin embargo, también compartió que las Mohanas eran almas solitarias, destinadas a vagar entre los reinos de los humanos y los espíritus. Aunque podían enamorarse de los hombres, su amor era efímero y solo podían estar con ellos por una sola noche. Después, debían regresar a las profundidades de los ríos y cumplir con su deber como guardianas de las aguas.
Laura escuchaba atentamente cada palabra, sintiendo una mezcla de fascinación y tristeza. Comprendió la soledad de las Mohanas y cómo su destino estaba entrelazado con la naturaleza. Prometió a la Mohana que llevaría su historia y su mensaje de protección y respeto hacia los ríos y las aguas.
Agradecida, la Mohana se sumergió en la poza y desapareció bajo las aguas cristalinas. Laura se levantó, llena de conocimiento y determinación. Sabía que debía compartir la historia de las Mohanas con su pueblo y con el mundo entero.
A partir de ese día, Laura se convirtió en la defensora de los ríos y las quebradas. Organizó campañas de limpieza, educó a las personas sobre la importancia de cuidar el agua y difundió la leyenda de las Mohanas como una lección sobre la relación armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza.
El pueblo de San Marcos cambió gracias a los esfuerzos de Laura y la sabiduría de las Mohanas. Los habitantes aprendieron a respetar y cuidar los ríos y las aguas, comprendiendo que la belleza y el misterio que los rodeaba debían ser preservados.
Desde entonces, cada vez que alguien se acercaba a las aguas de San Marcos, podía sentir la presencia de las Mohanas, protectoras invisibles que velaban por el equilibrio y la pureza de los ríos. Y Laura, la valiente niña que se adentró en el arroyo de Corozal, se convirtió en la heroína de su pueblo, recordada por su amor y respeto hacia la naturaleza, y por haber traído la sabiduría de las Mohanas a todas las generaciones futuras.