"El juguete encantado "
Había una vez un niño llamado Lucas, quien era un amante de los muñecos de peluche. En su cumpleaños, recibió un regalo muy especial: un adorable muñeco de peluche con grandes ojos brillantes. Parecía inofensivo y Lucas lo abrazó con alegría.
Al principio, todo era diversión. Lucas jugaba con su nuevo muñeco, le contaba secretos y le contaba sus sueños. Pero a medida que pasaban los días, algo empezó a cambiar. El muñeco comenzó a mostrar una mirada penetrante y sus sonrisas parecían cada vez más malignas.
Lucas comenzó a tener pesadillas recurrentes. Soñaba con el muñeco que lo perseguía en la oscuridad, con sus brazos extendidos y una risa malévola. Despertaba sudando y asustado, con el muñeco mirándolo fijamente desde la esquina de su habitación.
La familia de Lucas también comenzó a notar cambios extraños. Los objetos se movían misteriosamente y se escuchaban ruidos inexplicables por la noche. El ambiente en la casa se volvió tenso y lleno de temor.
Una tarde, Lucas decidió investigar el origen del muñeco. Buscó en su armario y encontró una caja con viejas fotos y cartas. Descubrió que el muñeco había pertenecido a su bisabuelo, quien había sido acusado de practicar magia negra.
Entonces, Lucas entendió la verdad. El muñeco no estaba poseído, sino que era la versión maligna del muñeco que su bisabuelo había creado. El niño había estado jugando con el mal todo el tiempo.
Decidido a detener el terror, Lucas tomó el muñeco y lo encerró en una caja fuerte. Sin embargo, el muñeco seguía ejerciendo su influencia maligna. Las luces parpadeaban, las sombras se movían y la presencia del muñeco se sentía en cada rincón de la casa.
Lucas se dio cuenta de que debía deshacerse del muñeco de una vez por todas. Reunió coraje y, en una noche de luna llena, llevó el muñeco al bosque más oscuro y profundo. Cavó un agujero y enterró el muñeco bajo tierra, esperando que así se acabara su maldad.
Cuando regresó a casa, Lucas sintió una sensación de alivio. La casa volvió a ser pacífica y tranquila. Pero una noche, mientras dormía, escuchó risas siniestras que parecían venir del jardín. Se levantó y vio al muñeco, parado frente a la ventana, con una sonrisa retorcida en su rostro.
El muñeco había regresado. Lucas comprendió que el mal nunca desaparecería por completo. Sin embargo, decidió enfrentarlo con valentía. Tomó al muñeco y lo llevó a la chimenea. Lo arrojó al fuego y lo vio consumirse lentamente.
Desde ese día, la pesadilla terminó. Lucas aprendió que el verdadero poder radica en su propia fortaleza y en enfrentar sus miedos.
Nunca más permitiría que el mal se apoderara de su vida. Y así, el niño y su familia encontraron la paz que tanto anhelaban, sabiendo que el verdadero terror se encuentra en la maldad que puede habitar en los corazones humanos.